martes, 15 de mayo de 2018

The Magnificent Ambersons (1942). Orson Welles


A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella.

"Maravillosa película, en la que Orson Welles no fue el responsable del montaje final, manipulado por la productora RKO con cortes y añadidos no previstos por el autor. Las imágenes de Welles son tan fascinantes que, aún así, quedó intacta la magia de esta reflexión acerca de la decadencia de la aristocracia, la aparición del progreso en una sociedad anquilosada y la ascensión de una nueva estructura social." (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)

Así describe Welles su impresión al ver la versión final de su obra, reducida a los 88 minutos de su metraje definitivo: "Fue muy desagradable. Hubiera sido más feliz sabiendo de oídas sin conocer personalmente lo que habían hecho con ella. Durante cinco o seis rollos las cosas no fueron tan malas. ‘Bien -pensé-, la cosa no está tan mal. No han hecho demasiados estropicios, sólo unos pocos pequeños cortes estúpidos.’ Y entonces se abrió el infierno..." (Ciudadano Welles, Peter Bogdanovich, citado por David Vericat en Cinema esencial)

Una de las ideas en que Welles insistía más en el guión y que se eliminaron del montaje final era el progreso tecnológico que acaba destruyendo y contaminando el entorno. Nadie quería mensajes tecnófobos en los años 40. También se eliminaron detalles sobre las causas exactas que arruinan la familia, de modo que esta subtrama aparece de forma algo precipitada. Peor aún, destruyeron la evolución en el tono de la película que Welles había perfilado con sumo cuidado: esa melancolía inicial en forma de amable nostalgia que se acababa volviendo más amarga hasta oscurecerse, de ese bonito recuerdo de los tiempos pasados al presente oscuro caracterizado por la decadencia de los Amberson y la invasión del automóvil. (El gabinete del doctor Mabuse)

Los Amberson trata de oportunidades perdidas, de lo que pudo ser. Todo está cambiando y cada cambio es señal de que el mundo se aleja irremediablemente de lo que fuimos porque lo que fuimos está fijo en el tiempo. Eugene dice en el baile: “Los viejos tiempos no existen. El pasado está muerto. ¡Sólo hay tiempos nuevos!”, pero ni el resto de los protagonistas –salvo acaso su hija– ni la película misma parecen compartir esa visión optimista. (Alonso Ruvalcaba en Letras libres)

La penetrante, agridulce historia decimonónica de amores imposibles, intensos vínculos familiares (con una hipnótica relación entre tía y sobrino), abolengo y decadencia aristocrática, cambios de época y actitudes, progreso humano y emocional… a la que Welles otorga su abigarrada mirada cinematográfica, está dotada de una complejidad en la composición de escenas, un soberbio uso de la profundidad de campo, un extraordinario manejo narrativo del espacio, una revolucionaria utilización del sonido, una fascinante y expresionista disposición atmosférica, un poderío formal en sus encuadres, un arrebatador dibujo de personajes, una perfecta dirección de actores…. (Antonio Méndez en AlohaCriticón)

Incluso en su forma truncada es increíble y memorable. (Pauline Kael)

Al contar esta historia, vacilante y torpemente, la película va de gravosa a pesada y de aburrida a mala. Tartamudea y tropieza cuando Welles sumerge la historia de Tarkington en un desastre de radio y técnica escénica. (Manny Farber)

El sentido emocional de América a fines del siglo XIX y principios del XX es tan palpable que puedes saborearlo. (Jonathan Rosenbaum)

Debo decir que la prefiero a Citizen Kane (1941). Entonces ya podéis demandarme. (Andrew Sarris)

Incluso con tantos cortes que reducen el tercio final a una mezcla frustrante de segmentos inconexos, retiene su poder ocasional para hipnotizar y sorprender. (James Berardinelli)

Pese a que Welles renegó de un montaje en el que no se le permitió intervenir, este film constituye una apasionante adaptación de la novela de Booth Tarkington. La decadencia económica de la vieja aristocracia americana, suplantada por los nuevos industriales, es el pretexto de un fresco social lleno de significaciones. Su autor adopta una postura ambivalente pero generosa, saludando los nuevos tiempos al mismo tiempo que mira los viejos con nostalgia. (Fotogramas)

Película estrenada en España en octubre de 1944.

Título español: El cuarto mandamiento.

Reparto: Joseph Cotten, Dolores Costello, Anne Baxter, Tim Holt, Agnes Moorehead, Ray Collins, Erskine Sanford, Richard Bennett.




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