lunes, 25 de septiembre de 2017

The Man from Laramie (1955). Anthony Mann


Un capitán del ejército de los Estados Unidos se hace pasar por comerciante y va a Nuevo México para averiguar quién le vendió rifles a los apaches que asesinaron a su hermano. Entre los sospechosos se encuentran un arrogante hacendado, su despiadado hijo y el capataz de su rancho.

El estilo desarrollado por Mann para el western se apoya en bajar un poco la cámara y contrapicar ligeramente los planos con el fin de abarcar más cielo. Así, los fabulosos escenarios, que dejan a la naturaleza expresar su fuerza en imponentes panorámicas, incluyen cielos complejos, donde brillan nubes variadas. En medio de una tónica general de gran esfuerzo físico, los personajes escalan a caballo por zonas increíblemente escarpadas. A su vez, los interiores tienen minuciosidad y delicadeza de pintura flamenca; ropa, muebles, cortinas y maderas están armonizadas en las gamas rojizas y ocres de la tierra y las llanuras. (Archilupo en Film Affinity)

Mann, emplea con maestría el scope (en su primer film rodado en este formato) y demuestra su habilidad para rodar enérgicas escenas de acción, conformando un satisfactorio western psicológico, manejado de manera tensa y perturbadora, que contiene elementos prestados del “Rey Lear” de William Shakespeare. (AlohaCriticón)

Con guión de Philip Yordan y espectacular cinemascope, que realza la belleza del paisaje, Mann sigue fiel a la violencia seca típica de sus westerns, y al héroe solitario que trata de hacer justicia por su cuenta. Pero además recoge una galería de personajes muy bien retratados, donde destacan el inútil y malvado hijo del patriarca ranchero, y el capataz que sí tiene las cualidades que un padre desearía en su retoño. También están bien definidos los intereses amorosos de los personajes. Entre las impactantes escenas de El hombre de Laramie destaca la de Donald Crisp cabalgando locamente para vengar la muerte de su hijo, al modo de un Príamo clamando por su querido hijo Héctor. (Decine21)

Cito al crítico de cine André Bazin con respecto al uso del cinemascope en esta película: “En la mayor parte de los westerns, e incluso en los de John Ford, por ejemplo, el paisaje es un marco expresionista en el cual se inscriben las trayectorias humanas. En los filmes de Mann es un ambiente. El aire mismo se separa de la tierra y el agua. Como Cézanne, que lo quería pintar, Anthony Mann nos quiere hacer sentir el espacio aéreo, no como un contenedor geométrico, un vacío de horizontes y horizontes, sino como una cualidad concreta del espacio. Su cámara cuando filma una panorámica, respira. De aquí el uso tan remarcable del cinemascope, que nunca es utilizado como un nuevo marco. Simplemente, como el pez en un acuario más grande el cowboy está más a sus anchas en la pantalla grande. Si atraviesa el campo nuestro placer es doble, porque lo vemos dos veces más lejos”.
(Ciclos de cine)
 
La película puso fin a la brillante colaboración entre Mann y Stewart, un ciclo que modernizó radicalmente el western tanto desde el punto de vista temático como estético, y fue fundamental para su desarrollo y evolución durante la década siguiente, incluidos los filmes del oeste filmados en Europa. A través del mismo, Mann introdujo en este género un nuevo tipo de héroe, o quizás deberíamos llamarlo antihéroe, caracterizado por su ambigüedad moral y supo integrar como pocos el paisaje en el desarrollo de las historias que contaba, convirtiéndose éste en algunos momentos en el verdadero protagonista de las cintas. (The Wild Bunch)

Película estrenada en España el 30 de enero de 1956.

Título español: El hombre de Laramie.

Reparto: James Stewart, Arthur Kennedy, Donald Crisp, Cathy O'Donnell, Alex Nicol, Aline MacMahon, Wallace Ford, Jack Elam.

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