martes, 13 de septiembre de 2016

Gilda (1946). Charles Vidor



Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado.

Gilda es Rita. Un guante, una canción y el bofetón propinado por el gran Glenn Ford hicieron el resto. Más allá de su valor estrictamente artístico, este drama pasional se convirtió en un icono de la historia del cine. La década de los cuarenta alumbró películas mucho mejores, pero el simbolismo y estética de "Gilda" la convirtieron, todavía hoy, en una obra imprescindible. (Pablo Kurt)

La fotografía, de Rudolph Maté, exalta la belleza de la protagonista con primerísimos planos e iluminación que recuerdan los que William H. Daniels dedicó a G. Garbo. Es magnífico el movimiento de la cámara, que hace uso de recursos novedosos y efectistas (encuadre desde el suelo en la escena inicial) y de una sobresaliente iluminación. El guión incluye diálogos breves y rápidos, llenos de ambigüedades, sugerencias y matices. Pese a que la filmación incluyó improvisaciones y algunos añadidos finales (la canción "Amado mío"), la hilación argumental es excelente. Cuando Gilda dice que si ella fuera un rancho, lo llamarían "Tierra de Nadie", el espectador se siente estremecido; cuando entiende que la afirmación no es una definición, sino una provocación, se le hiela el alma. La relación homosexual entre Ballin y Johnny se sugiere con extrema sutileza. La interpretación de los protagonistas y de los secundarios George Macready ("Senderos de gloria") y Steven Garay billan a gran altura. El vestuario de RH es excelente: el vestido de noche con guantes está inspirado en el retrato "Madame X", de John Singer Sargent. La dirección hace alarde de virtuosismo, habilidad y versatilidad. (Miquel en Film Affinity)

Vidor encontró en Gilda el vehículo que Rita Hayworth necesitaba para ser algo más que una bellísima mujer y una aceptable bailarina. Hizo que la inexperta actriz se apoyara como un gozne entre los dos expertos actores contendientes -Ford y McReady-, que cubrieron admirablemente las deficiencias de oficio de la Hayworth y le facilitaron así el juego, un juego de formidable médium erótica, del que Maté y Vidor extrajeron imágenes de extraordinario poder de sugestión y una parte de aquella duplicidad a que antes hice referencia. Por ejemplo, y también como referencia al espectador, conviene detenerse en la importancia que tienen en su interpretación la cabellera, la sonrisa, los brazos, la espalda, es decir, las imágenes extáticas de la Hayworth, lo que demuestra que el personaje se compuso más que con recursos de dramaturgia, con buscas y rebuscas en aspectos parciales de la fisicidad de la mujer. Ahí está otro componente del misterio del filme y su carácter irrepetible, que hundió la carrera de Rita Hayworth.
La película, después de tantos años, mantiene intacto su misterio. Es un filme hermoso y mucho más complejo de lo que parece, que hay que ver hoy con ojos afilados, tanto para desarbolar la superficial leyenda que originó en su tiempo como para descubrir que bajo él hay un trabajo cinematográfico de primer orden, uno de los umbrales del cine moderno, en el borde de la perfección. (Ángel Fernández Santos)

Dirigida de manera notable por Charles Vidor, quien comienza con plano, ligeramente contrapicado, ascendente desde unos dados que ruedan hasta la imagen de Johnny Farrell que los ha lanzado, lo cual ya nos dice que vamos a presenciar algo que tiene que ver con el mundo del juego, bien como telón de fondo (el negocio que dirige Munson) o como tema de la película (la relación entra Gilda y Farrell no deja de tener su riesgo como en cualquier juego). Vidor maneja muy bien la cámara y consigue muy buenos planos y secuencias. Secundado perfectamente por el magnifico guión de Jo Eisinger que contiene diálogos muy acertados (algunos con doble sentido sensacionales) y bien llevados a la pantalla con aroma a buen cine negro. La utilización de la voz en off del personaje de Farrell es un acierto, pues narra lo que vemos en la pantalla, haciendo referencia alguna que otra vez al personaje de Gilda pero sin nunca destaparnos lo que paso en el pasado, por lo que no conocer la razón del odio entre ambos personajes al principio es muy enriquecedor para el espectador. (CinemaDreamer)

Un film mítico que ha generado una leyenda que ha llegado a imponerse por encima de sus propios valores. De hecho, no es más que un apañado melodrama con algunos tintes negros. Sin embargo, el delirante erotismo de Rita Hayworth (desde su strip-tease de guantes hasta la ambigua bofetada que le propinaba Glenn Ford) consiguió trascender el conjunto, proporcionándole un encanto y una aureola que el tiempo no ha conseguido erradicar. (Fotogramas)

Película estrenada en España el 27 de diciembre de 1947.

Reparto: Rita Hayworth, Glenn Ford, George MacReady, Joseph Calleia, Steven Geray, Rosa Rey, Ludwig Donath, Joe Sawyer.


 

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